COVID-19 CUBA: Medidas urgentes

A estas alturas resulta ya evidente para todos que el COVID19 es una amenaza global, que requiere respuestas responsables, solidarias y globales.
Si bien en Cuba de momento los casos son pocos, esas cifras pueden cambiar exponencialmente en cuestión de días, como vienen demostrando los hechos en otras partes del mundo, sobre todo en Europa. Las medidas de contención –todas las medidas eficaces de contención– son cruciales si se quiere parar la extensión de la epidemia y proteger a los grupos de riesgo. El control preventivo de posibles casos, siguiendo la política de identificación de contactos, no es suficiente. Cuidarse entre todos, mantener la distancia de seguridad y proteger sobre todo a los que pueden verse más afectados –personas mayores y otros grupos de riesgo– depende de todos, depende de la gente. Es así en Cuba y es así en cualquier otro lugar.
Hay medidas necesarias que sólo pueden ser tomadas por el gobierno cubano, que no dependen de la gente porque son decisiones ejecutivas: el cierre de las fronteras nacionales al turismo es ahora mismo una de las más urgentes, junto a todas las medidas oportunas que aseguren el aislamiento social –cierre de centros de enseñanza, de restaurantes, bares, cines, teatros y en general de todos aquellos comercios que no resulten esenciales para el abastecimiento– y que puedan reducir la curva de contagio. El gobierno cubano debe tomar ya, ahora, todas las medidas necesarias para frenar la expansión de la epidemia y evitar un colapso de los servicios sanitarios a corto plazo.
Del mismo modo, vista la magnitud global de la crisis y las peculiaridades de la circunstancia cubana, el gobierno de los Estados Unidos debe suspender ya, ahora, todas las sanciones económicas contra el Estado cubano –incluyendo aquellas que limitan el apoyo de la comunidad cubana del exterior a familiares en la isla–, al menos durante el tiempo que dure la crisis.
Este texto prescinde intencionalmente de cualquier formulación de sesgo ideológico –y esperamos también que no se manipule con esas connotaciones ni en un sentido ni en otro–. No es hora para ideologías sino para la sensatez y el afecto, para la responsabilidad y el cuidado. Ni tampoco momento de mirar hacia atrás o de reparar en diferencias por profundas que sean, sino de mirar hacia adelante y concentrarse en lo que nos une a todos en tanto seres humanos.