Elon Musk es mucho más que un ricachón excéntrico. Es una amenaza para la paz, la naturaleza, la democracia y los derechos humanos. Y ahora, después de colarse en el círculo más cercano de Trump, viene a por Europa.

En los últimos días, el nuevo amiguete de Trump ha encadenado una provocación tras otra: lo mismo coquetea con neonazis que se ensaña con dirigentes progresistas europeos. Y todo, a través de X: la red social que compró y que le permite propagar sus discursos de odio y desinformación entre sus 350 millones de usuarios.

Pero podemos reducir su potencial nocivo. Desde que Musk se puso al mando de X, los ingresos por publicidad se han desplomado. La oposición ya está en marcha. Las marcas y los medios de comunicación están yéndose de la red social y dándole donde más duele: en su megáfono y su bolsillo.